viernes, 29 de mayo de 2009
LA FÁBRICA DE TURBINAS AEG
martes, 26 de mayo de 2009
ROTHKO, 1952
Mark Rothko: "Número 15" (1952). Colección particular.
En 1952 Mark Rothko paricipa en la exposición colectiva que tiene lugar en Nueva York bajo el título de "15 norteamericanos" y que viene a suponer la consagración definitiva del expresionismo abstracto. En ella, junto a artistas como Jackson Pollock, Bradley Walker Tomlin, Clifford Still o Barnett Newman, entre otros, pudo exponer algunas de sus obras más destacadas, mostrando ya un acusado interés por las condiciones ambientales que envolvían a sus cuadros, sobre todo por la relativas a la iluminación. Ese año Rothko realiza algunas obras tan significativas como ese "Número 15" que alcanzó en una subasta en 2008 el valor de ¡29 millones de euros! La gama de colores que emplea es parecida a la utilizada en el cuadro sin título del Museo de Arte de Dallas, aunque los campos de color estén tratados de distinta forma en una y otra obra.
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Mark Rothko. Derecha: "Sin título" (1952). Dallas. Izquierda: "Número 73" (1952). Atlanta. Inferior: "Sin título (1952/53). Bilbao.
domingo, 26 de abril de 2009
PEDRO DE CAMPAÑA
Pedro de Campaña: " "Retablo de la Purificación" (1555-56). Capilla del Mariscal Don Diego Caballero, Catedral. Sevilla.
Unos años después, hacia 1540, llega a la misma ciudad el otro protagonista de nuestra historia. Se llama Diego Caballero (¡qué casualidad!) y regresa precisamente de América, donde ha obtenido el cargo de Mariscal de la isla de La Española y se ha enriquecido con el comercio indiano, además de ocupar cargos relevantes en la estructura política colonial. Su retorno no va a impedir que siga mostrando interés por las actividades comerciales. Pero quiere también dejar en Sevilla huellas de su paso por este mundo. De este modo consigue alcanzar el cargo de caballero veinticuatro (que lo catapulta a lo más alto de la administración municipal) y dispone del dinero necesario para que el cabildo catedralicio le permita fundar una capilla funeraria en el templo metropolitano, a la que piensa dotar del correspondiente retablo.
Izquierda: lienzo central del retablo: la Purificación de la Virgen en el templo.
Fue de esta manera como el destino acabó por unir en la ciudad de Sevilla al rico comerciante y al pintor flamenco, aunque éste era allí más conocido con el nombre castellanizado de Pedro de Campaña. Afortunadamente, se ha conservado el contrato que ambos firmaron a comienzos de 1555, al objeto de que el pintor realizase (con la colaboración de Antonio Alfián) el citado retablo. El acuerdo recogía el precio del encargo (300 ducados) y las características que habría de tener la obra, incluidos los temas de cada uno de los lienzos que debían componerla.
El resultado de este contrato es, sin lugar a dudas, la obra más interesante que Pedro de Campaña realizó a lo largo de su extensa vida: un conjunto de 8,4 metros de alto por 5,7 de ancho, con una arquitectura realizada en madera policromada de roble (que el artista subcontrató con Pedro Becerril), organizado en banco, tres calles y ático y dividido en diez lienzos, de los cuales el central y más importante se dedica al tema de la Purificación de la Virgen en el templo, que da nombre al conjunto, el cual puede calificarse sin temor a equivocación como una de las principales obras del Renacimiento hispano.
Derecha: esquema compositivo del retablo de la Purificación. debajo: detalle del lienzo central.
En este retablo, que ha regresado a Sevilla tras una profunda restauración en el Museo del Prado, se encuentran bien visibles las influencias que Pedro de Campaña había ido asimilando a lo largo de su formación incial en Flandes y de su estancia en Italia. Si atendemos al lienzo central, son evidentes la elegancia de los pesonajes, la finura de los rostros y la diversidad de los gestos; todo ello en un marco arquitectónico que demuestra el manejo absoluto de las leyes de la perspectiva. En este lienzo, como en la mayoría de los que componen el retablo, el artista supo demostrar que había asimilado las novedades que pudo conocer en Italia.
domingo, 19 de abril de 2009
FLATIRON BUILDING
jueves, 2 de abril de 2009
WALTER DE MARIA
Walter de Maria "Campo de relámpagos" (1977). Nuevo México.
miércoles, 25 de marzo de 2009
IMAGEN DE CANDELERO
sábado, 14 de marzo de 2009
SANT´ANDREA AL QUIRINALE
jueves, 5 de marzo de 2009
PABLO III Y SUS SOBRINOS
a) TIPO DE OBRA: pintura.
2) ANALIZAR:
B) Análisis simbólico:
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Derecha: Rafael Sanzio: "El Papa León X y sus sobrinos los cardenales Julio de Médicis y Luis de Rossi". (1518-19). Florencia.
jueves, 26 de febrero de 2009
LA ÚLTIMA CENA
Probablemente antes de que finalizase el año 1494 Leonardo da Vinci daría inicio a la que podría considerarse su obra maestra, la Última Cena, pintada en el refectorio del convento dominico de Santa María de las Gracias en Milán. Y es muy posible que antes de que concluyese el año 1497 el artista hubiese terminado su trabajo. Nada de ello podemos asegurarlo con certeza, porque no se han conservado los archivos del cenobio. Tres años pues fueron necesarios para realizar esta obra parietal de amplias dimensiones: 4´6 metros de alto por 8´8 de ancho.
Sin embargo, unos veinte años después de que Leonardo concluyese esta Última Cena podían ya escucharse voces que advertían que tan excelsa pintura mostraba evidentes signos de deterioro. Ello explica que desde el siglo XVIII hasta hace pocos años la obra haya sido sometida a diversas restauraciones, concluyendo la última en 1999. ¿Qué había sucedido? La respuesta a esta cuestión es sencilla: Leonardo se negó a trabajar conforme a los procedimientos habituales de la pintura al fresco sobre muro, que requieren del pintor una cierta velocidad en la realización, ya que la obra seca con bastante rapidez. En este caso, el artista prefirió aplicar a la pared dos gruesas capas de yeso y sobre ellas (una vez secas) fue pintando, a ritmo más pausado y reflexivo, al temple y al óleo. El tiempo vino a demostrar que el genio renacentista se había equivocado y que su pintura era escasamente resistente a la humedad, que se fracturaba y que los pigmentos acababan con moho y desvanecidos. Creo que hoy podríamos decir que ya ni sabemos cuánto de original queda de la obra que pintase Leonardo hace más de quinientos años.
Y sin embargo, esta Última Cena ha superado a cualquier otra y ha sido objeto, hasta la saciedad, de reproducciones de todo tipo. Las razones de tal éxito son diversas: por un lado, tenemos en este Cenacolo Vinciano uno de los más claros ejemplos de la aplicación de las leyes de la perspectiva lineal a la pintura, con ese punto de fuga que pasa por la cabeza de Jesús. En segundo lugar, y aunque la pintura no se encuentra alineada con el suelo del refectorio, da la impresión de que Leonardo ha querido ampliar visulalmente dicho espacio, dado el efecto de las paredes laterales y de los tres ventanales del fondo.
En tercer lugar, y quizás sea esto lo más importante, la obra destaca por la forma en que Leonardo ha colocado a los asistentes a la cena y el momento de intenso dramatismo en que los retrata: aquel en el que Jesús advierte al grupo de que uno de los allí presentes va a traicionarle de manera inmediata. Siguiendo el comentario de Vasari, puede afirmarse que los rostros de los apóstoles denotan emociones diversas: amor a Jesús, enfado, miedo, dolor o desprecio (hacia el desconocido traidor). Incluso podemos advertir una cierta actitud de disimulo por parte de Judas, el traidor. Salvo en el caso de Jesús, que figura lógicamente en posición central y de frente al espectador, los demás asistentes a la cena se nos muestran en grupos de tres apóstoles, en posiciones diversas. Hecho éste que constituye una novedad absoluta creada por da Vinci, ya que hasta entonces lo habitual era colocar aislado a Judas Iscariote. Esta vez el que se encuentra aislado e inmerso en su dolor, es el propio Cristo, que siente inminente el comienzo de su pasión.
En fin, hay una anécdota bastante verosímil que viene a referirnos cómo había días en que Leonardo trabajaba en esta obra muchas horas seguidas, completamente abstraido en su trabajo y sin embargo días después se pasaba mucho tiempo sin tocar un solo pincel, pero contemplando ensimismado lo hasta entonces realizado, lo que viene a dar fe de carácter analítico del artista. Es de lamentar que el pintor no hubiese podido prevenir que el tiempo, en esta ocasión, sería inclemente con su arte.
Esta página en italiano nos presenta la última cena en el contexto del convento en el que se encuentra. Por otro lado, aquí podéis ver la obra en altísima definición.